Todos los días se pinta de blanco,
sale a la calle llena de colores
y a cada minuto recibe un brochazo
en la piel.
Su espalda, sus manos, su rostro,
van siendo invadidos por luces y sombras,
se le van encendiendo de fiebre y de frío
de forma que cuando regresa y se mira
no está.