Campanilla dorada de mi carrito de feria, caballito de cartón de medio palmo, pintadito; hemos andado tanto por los caminos sin ira que ahora hay que reposar y agradecer nuestro destino. Ya no volveré a hacer más ¡arre! ¡arre! corriendo a cargar con guijarros tu cuadrante de madera. Campanilla dorada, tú sabías que estaba contento. Ahora me lleva la gente y siempre tengo prisa y soy niño aún, y no puedo ni mencionarlo. Caballito de cartón, tú me conocías la alegría: si ahora jugase a correr, qué diría la gente...
Preferirán que ame a alguna chica tanto si es bella como si no –caballito pintado, campanilla dorada–, y que os deje en la azotea.