Oh, bella desconocida pasajera del tranvía tienes una apariencia rosada y una mirada llena de sol; muestras un pecho encubridor del duelo y te vistes, discreta, con blusita de estambre. Oh, bella desconocida eres menudita y audaz y sin compañera te arriesgas a la playa y no temes la acometida del hijito que se ejercita en el dominio de las olas y reclama tu brazo. Oh, bella desconocida que al sentir la malicia de las miradas frívolas, toda tú te has conmovido...
cerrados los oídos a palabras que el viento se ha llevado, suspirando quizás por el placer de una caricia. Oh, bella desconocida, del tranvía te he visto bajar –y hoy te he soñado y te soñaré mañana–.