Me la regalaron cuando me rondaban sueños de mis dieciséis años, todavía adolescente, entre mis manos temblorosas agarré con fuerza aquel juguete. Juntos crecimos, yo me hice un hombre; ella se fue estropeando a mi lado. Ahora que la veo sucia y rota me doy cuenta de lo mucho que la he querido. Primero los amigos llegan. Cuando los amigos se van, sólo queda una guitarra para hacerte compañía. Ahora el amor llega. Después el amor se va. Sólo queda una guitarra y el llanto de su canto.
Ahora sé de un compañero que nunca engaña, que cuando me llene de gozo, cantará conmigo; ya tengo un amigo fiel, pobre guitarra: canta cuando yo canto y llora siempre conmigo.