La larga noche del invierno se encendió cuando bajo mano el rosal hizo una rosa más roja que la sangre. Último suspiro del verano. Prenda de la bonanza. Pájaro que cayó del nido. Festeja con un rayo de sol al abrigo de un ciprés; ¿llegas tarde o demasiado temprano, maravilloso malentendido? Nacida a contracorriente desafiando las heladas y plantándole cara al viento.
Como una flor de papel no escucharás el zumbido de las abejas chupándote ni esparcirás ningún perfume. Nunca te regalará el sol el sueño de la siesta ni los atardeceres de julio. Pero antes de que te ahoguen las impacientes manos del invierno la tarde te mira y se alegra, se detiene y se sorprende con una pequeña y breve –como la flor de tus labios– rosa roja del adiós.