¿Acaso no has visto el cartel?:
"Prohibida la entrada de ranas".
Y el cerebro se me empieza a deshacer,
pero yo no estoy loco, —¡que yo no estoy loca!—,
que yo no estoy loco.
Y ahora, ¿a qué vamos a jugar?
Sueño de aroma, y luego... nada;
andrajos, rencor, filosofía.
Roto en tu espejo tu mejor idilio,
y ya de espaldas a la vida,
es tu oración de la mañana:
¡Oh!, ¡para ser ahorcado, hermoso día!(1)
Salgo de cero; lo primero, el frío y el calor.
Luego me dejo llevar.
Salgo de cero, a ver si entiendo la vida mejor,
luego me estudio cada sensación.
Salgo de cero; lo primero aprender a volar.
Luego me dejo caer.
Salgo de cero, y voy dejando todo tan atrás
que hoy no me vale la ropa de ayer.
Cuando no hay nada que hacer,
yo puedo ser, con rocín flaco y galgo corredor.
Cuando no hay nada que hacer,
vuelvo a empezar: soy Don Quijote,
y el molino —¿dónde está?
Dejo de ser con rocín flaco y galgo corredor;
cuando no hay nada que hacer puedo elegir
¡Paso de todo! ¡Quieto, jabalí!
Ni tú, ni yo, ni perro que nos ladre,
ni el calor del sol.
Hoy morirán hojas y animales,
más no morirán para siempre.
Y en su transformación de mañana
darán con más calor,
a la tierra de su muerte,
pasado mañana, brotes de esperanza.
¡Y yo no he muerto!.
Si tengo frío, me caliento.
Si tengo miedo, —que no lo tengo—, susurro y pienso,
y para mañana, ya me he comido
mi pequeña ración de esperanza.(2)
(1) Extraído del libro “Las soledades del muro” de Marcos Ana.
(2) Extraído del poema “Una sola puerta abierta” de Manolillo Chinato.