Arrancada, pobre flor,
sólo buscaba algo mejor.
Desgarrada, sin amor,
nunca vendió su corazón.
De una patada, rompo el Sol.
Engañados, —no sé por qué—,
yo me lo creo, y tú también.
¡Qué bonito!. ¡Qué ilusión!
¡Cómo me duele este ulcerón!
De una patada, rompo el Sol.
Mis ventanas, muros son:
ni tengo puertas, ni balcón.
No te pares a oír mi voz;
voy derechito a un paredón.
De una patada, rompo el Sol.