Mariana
Ojos grandes, pelo negro, estatura regular.
Su cuerpo huele a bonito, como invitando a pecar.
Así era la tal Mariana, que a nadie supo adorar.
Jugó con todos los hombres que la quisieron amar.
Mariana, Mariana,
te van a matar.
Mariana, Mariana,
te vas a condenar.
Leopoldo Pablo Ramírez, hacendado del lugar,
se enamoró de Mariana, quería llevarla al altar.
Mariana le dio esperanzas, correspondió sus amores,
Leopoldo llenó sus manos de alhajas, de las mejores.
Mariana, Mariana,
te van a matar.
Mariana, Mariana,
te vas a condenar.
Después que pasó el casorio, un mes justito, recuerdo,
Leopoldo encontró a Mariana en unos brazos ajenos.
Sacó de adentro del pecho todos sus guardados celos,
y ahí, donde fue su lecho, mandó a los dos al infierno.
En el panteón de aquel pueblo hay una tumba vacía,
el diablo robó su cuerpo, pues fue quien más la quería.
Leopoldo Pablo Ramírez, que nuca supo llorar,
por culpa de la Mariana perdió hasta su libertad.
Mariana, Mariana,
te van a matar.
Mariana, Mariana,
te vas a condenar.
Mariana, Mariana,
te van a matar.
Mariana, Mariana,
te vas a condenar.