A VECES
A veces, cuando la noche
me aprisiona,
suelo sentarme frente a una cabina,
y contemplo las bocas
que hablan,
para lejanos oídos.
Y cuando el hielo de la soledad,
me ha desvenado,
los barrenderos moros
canturrean tristemente,
y las estrellas ocupan su lugar,
Yo acaricio el teléfono
y le susurro sin usar monedas.