ILUNKERAN
En el dulce atardecer sin afanes,
cuando no sé qué hacer, pongo la tele.
Le quito la voz, el brillo y el contraste
y, enfrente de aquel cuadro negro y mudo,
ante tamaño despilfarro de ingenio,
técnica y corriente, abro de nuevo
algún viejo libro de poemas, y
la noche se apacigua mientras llega.