Con los ojos de tu padre y su gran melancolía,
un silencio que al atardecer descubre el color de la marea.
Tú llegarás con la luna de septiembre que verterá
su blancura en mi interior y te amaré,
como en los cuentos de hadas
pasa siempre.
Te esperaré en compañía
de un millón de golondrinas por el aire,
en la tierra mía.
Descubrirás,
que envejece y te acaricia con su baile,
ahora amanece y el alba traerá
cálidas luces y esperanzas.
Celeste
y el cielo así, celeste. Celeste.
Tendrás libros, juegos y zapatos
tus brillantes Amarcord.
Será tan negro como el mío tu cabello
un instante y ya verás, tú volarás,
a una isla muy lejana de la ciudad.
Como yo lo hice también cariño mío,
porque el Sol puede olvidarse de la Luna.
Te esperaré, sin escapar,
a mi regazo llegarás entre algodones.
Te escucharé, te quedarás
mientras que las hojas cambian sus colores.
A mi ventana el otoño llegó
un dulce aroma de castañas se funde
en un cielo así, celeste.
Un soplido de la vida, que abre todas las persianas
y que a sonreír te invita aunque ya no quieras más.
Este viento enamorado tú también respirarás.
Tú respirarás.
Pues me sobra el coraje de esperarte un poco más
a tu llegada miraremos hacia el este
y el cielo será, celeste. Celeste.
El cielo será, celeste
(Gracias a Isaac Emeterio por esta letra)