Yo tuve un trompo azul que fue mi hermano,
lejano saltarín de piedras viejas,
por la zurda del barrio a contramano
y en calles de portones y de rejas.
La punta de su acero fue una estrella,
ninguno en la querella fue mejor,
y en cambio, dormilón, en manos de ella,
se dio a soñar, temblándole el amor.
¡Mi trompo juguetón!
La poesía
del grillo del zanjón
¿qué le daría
si no su corazón
y el silbo del violín
sin fin
del callejón?
Mas la tierra girando alucinada,
como un trompo gigante de la nada,
nos traicionó, llevándose al confín,
la esquina y el jazmín,
la luna y su mirada.
Mi soledad
manchada de verdín,
regresa sin edad
a la ciudad
de barro y adoquín.