Llegó volando el cuervo sobre mi suelo
para sembrar las ruinas y el desconsuelo.
Durante largos siglos los yanaconas
le entregaron las llaves de la corona.
Durante largos siglos fue ensangrentando
el suelo de los pueblos que iba violando.
Perforando las tierras de la labranza
para escarbar el oro de la templanza.
Se limpió las dos manos con mi bandera
y no faltó en mi patria quien aplaudiera.
Porque hay desventurados que por migajas
besan la bota sucia que los ultraja.
Hay algunos que se hinchan con gran esmero
sirviendo la codicia del extranjero.
Y otros que se solazan por mil dinares*
entregando su pueblo a los militares.
Un paredón exijo con cal y canto
para que el pueblo juzgue de tanto en tanto.
Mientras llega la aurora tarde o temprano,
justiciando el dolor indioamericano.**
Llegó otra vez volando el cuervo insaciable
trayéndonos su sombra interminable.
Pero no está lejano el día clemente
en que nos levantemos contra los sables
para anunciar la aurora del continente.***