¿No te acuerdas, mi bien,
cuando juntos los dos
fuimos a recorrer
los caminos del mar?
Viene el atardecer
de encendido color.
Me juraste el amor
y me diste el placer.
Dulces gaviotas
con su triste canto
rompían el encanto
de las olas al chocar,
y entre las velas
que la brisa henchía
se detuvo el día
para que tú me amaras más.
El viaje llegó
de pronto a su fin
y aquello nos despertó
y dijiste al partir
con hondo temblor:
“Olvídame y dime adiós.”