Me he bebido de un trago tu carta
y después me la he vuelto a beber.
He velado una vela sin tarta,
harta ya de estar harta otra vez.
Le he pedido a Cupido la cuenta,
he pagado con sangre la afrenta
de volverme loca.
He vencido al amor por las malas,
me he cosido un corpiño antibalas
pensando en tu boca.
Y además,
como no sabía rezar,
me dio por coleccionar
letanías y escapularios,
por culpa del incendiario
hielo que me consumía.
Para curar tus ojeras
me doctoré en oraciones
de todas las religiones
verdaderas.
Empañé nuestro ajuar de soltera
diez minutos después de enviudar.
Un alivio de luto me espera,
en el fruto del jacarandá.
He pintado la alcoba de rojo,
he regado con sal el rastrojo
que pudo haber sido.
He dejado la llave en la puerta,
me he bañado en la playa desierta
del mar del olvido
Y, sin embargo,
ajenos a mis conjuros,
en almacenes oscuros
se amontonaban los días,
cada noche más amargos,
y en el andén del futuro
los trenes de cercanías
seguían pasando de largo
entre tu cama y la mía.
Y además...
Para curar tus ojeras
me doctoré en oraciones
de todas las religiones
verdaderas.
Y además...