Un ruido de pájaros
predijo tu muerte
y tu sangre dulce
floreció en los malinches.
Lloró la montaña
y el pájaro león,
y el lucero en la aurora sembró
el sudor de tu frente y creció,
en Zinica el amor,
nuestra liberación.
Capitán y timón,
tayacán de mi pueblo
(después todo sigue igual y al final hace el intro)
Y seguís disparando
con tus ojos azules
emboscando al dolor
sin temor a morir.
Enseñando a matar,
a leer y a escribir.
con el Danto y Pedrón,
Benjamín Zeledón;
con Raudales y Claudia y Sandino,
y los miles de niños caídos,
y los miles de muertos
que nunca murieron, como vos.
Te mataron cien veces
y, cien veces, temblaron
los cobardes al verte
nuevo y multiplicado
en Bocay y Zinica;
en Raití y Pancasán,
en un niño aprendiendo a soñar,
un maestro, un obrero, un volcán,
un puñado de luz,
un cuaderno, un arado, un fusil,
un ejército y pueblo
empeñado en parir
una patria madura y feliz,
un poder popular.