Cuando nace un niño... como de costumbre...
Se enciende una estrella, para que lo alumbre.
Pone Dios la mano sobre su cabeza,
y es cuando la gracia de la vida empieza...
Le hace ver la imagen de su semejanza,
le habla en un lenguaje, lleno de esperanzas...
Es de sus creaciones su mayor orgullo.
Y como un capullo, al primer latido...
se despierta el genio de un ángel dormido.
Pero luego el ángel, pasa a nuestro lado...
en la piel de un niño triste... abandonado.
Es un cimbronazo para la conciencia.
Como un gran fracaso, que nos da vergüenza...
Meditemos todos y que sepa el hombre...
Encontrar el modo, de honrar... su nombre.
Porque sin memoria, de ese bien perdido...
volverá sin gloria, de su propio olvido...
a buscar el ángel... su ángel dormido.