El rey se muere, ya se muere el rey,
La reina se arrodilla junto a él
y su hijo, el sucesor,
junto al lecho del dolor
contiene su emoción.
La corte observa con gran frialdad
la muerte lenta de su majestad.
Entre el llanto y la oración
logra alzar el rey su voz
para el postrer adiós.
Y tras los óleos de la extremaunción
al fin expira su último estertor
y comienzan a tocar
a difunto las campanas
de la catedral.
El rey a muerto, viva, viva el rey.
La misma corte aclama al nuevo rey.
Todo se repetirá,
el rey ha muerto, perro puesto
con otro collar.