Veo en ti la razón de mi locura
cuando pongo mi mano y mi ilusión,
y no sale de mí esta ternura de corazón
sino de tu reflejo y tu hermosura.
Has salido a buscarme cuando la duda
ha quemado mi débil motor.
Y en el día en que todos me dejan solo y sin su sabor
me iluminas como hace la vieja luna.
Eres tú quien da fuerza a mis latidos,
sólo Tú haces mi vida más feliz.
Y no sé agradecerte con sólo dos palabras:
“Gracias, Padre” por ser razón de vivir.
No tengo equipaje ni me hace falta,
dejo todo en tus manos y en tu ser
y hago de mi interior la fuente donde nazca tu voz
y las canciones escritas con tus palabras.
Eres tú quien da fuerza a mis latidos,
sólo Tú haces mi vida más feliz.
Y no sé agradecerte con sólo dos palabras:
“Gracias, Padre” por ser razón de vivir.
Por haberme acogido sin pedir nada,
por sentir que mi vida es para ti,
porque eres mi amigo, mi fuerza y mi esperanza,
gracias, Padre, por ser razón de vivir.