Asómate a la ventana, tesoro mío,
que quiero escuchar tus frases embriagadoras;
no tardes que los minutos parecen horas
para este pobre mendigo que pide amor.
Mientras la luna de plata
baña de luz tu balcón
se escucha la serenata
que parte del callejón.
Y en la noche misteriosa
un galante trovador
sus endechas quejumbrosas
le canta a su amor.
Tus bellos ojos azules como turquesas
que lanzan esas miradas tan infernales.
Son ojos que más que ojos son dos puñales
que llevo clavados siempre en mi corazón.
Tu cuerpo, gentil Sultana de mis amores
que Dios modeló con nieve, nácar y rosa.
Parece el de una fantástica mariposa
volando graciosamente junto a un rosal.