Nada turbaba la paz de mi dicha,
Alegremente, sin penas vivía,
En mi piecita reinaba tan solo
La luz y la alegría;
Era un nido de amor.
Con su cariño vivía tranquila,
Era feliz, cuando él me besaba.
Mi corazón
De placer rebozaba,
No había en mi cielo
Ni un nubarrón.
Pero una tarde, de triste recuerdo,
Atormentada por un mal consejo
Y sin pensar en el mal que me causaba
Abandoné a mi viejo,
Perdí mi bienestar.
No hallo consuelo que calme mi pena,
Hoy lloro y sufro mi error de aquel día;
En mi vivir
Se acabó la alegría,
Y como en sueños
Suelo decir:
¡negro!... quiero... adorarte así toda la vida.
¡negro!... quiero... que me beses siempre con amor.
¡negro!... quiero... estar a tu lado eternamente.
¡negro!... quiero... que nunca termine nuestro ardor.