Desierto hermano, tú decides.
El destino y la historia de Chile en ti se nutren.
Tus antiguas planicies
tus alturas, tus salares transgredidos
por el paso ancestral del pirquinero
han pesado en nuestras vidas.
Hermano, tú decides
Tus grandes galerías,
venas negras nos han dado el salitre,
el cobre, el hierro, el plomo,
el trabajo,
el duro oficio
Han traído además
-cómo evitarlo-
al enemigo mortal,
al homicida que masacra desde un escritorio,
al asesino que ahorca por teléfono,
desde allá.
Desde allá mismo.
Y tú pampino ven,
muestra tus pulmones pisoteados,
la huella de tus manos en la tierra,
el ojo entrecerrado,
el estallido del hombre acribillado, la tos, la sangre.
Tú que en las hondas galerías
convives con la muerte,
cuéntanos qué comes,
qué haces cuando estás enfermo,
cómo vive tu mujer,
dónde moriste.
¿En un pique?
¿A balazos?
¿O tosiendo se apagó tu vida?
Hermano, tú decides.
Un día la historia se juntó contigo.
A la azotada pampa salitrera llegó un hombre,
un hombre que escuchaba y que aprendía.