Yo te oí tocar el ukelele
y en tus blancas manos de marfil
parecía que tuviera un alma
y que pudiera llorar y reír,
como lloran los que tienen penas
y en silencio las deben sufrir.
Y oyes en el ukelele
una canción triste de dolor.
Es mi corazón que en ella adora
y que sufre por la pena de un amor.
Vuelve hacia mí tus ojos
y que pueda tus labios besar,
mientras se oye, muy lejos y suave,
una canción triste que llora al pasar.
Muchas veces parece que el viento
hacia mis oídos él me trae
las dulces voces del intrumento,
que en tus blancas manos conocí.
Y mi corazón palpita ansioso
como aquella tarde en que te oí.