He comido por cien tierras.
Dime el nombre de los hijos.
La palabra lastimada en mitad de la boca.
Extrae la fuerza de la voz por encima de los fusiles
que reescriben sus enigmas de matanza inútil
en los meses sin circo.
La palabra de cobre en vuestros muslos
eternamente herida y sola.
Que abrieran la lengua con su pan encendido.
La mitad de tu boca en el medio del mundo.
Pero no interrumpas mi llanto corrompido de débiles.
He comido por cien tierras.
Todo ha sido consumado.
Solo en mí, mi alma canta siempre en la lenta voz de las mareas,
que nuestro libro de aortas te dispare
y te deje en la camisa una flor de barro.
Que han venido los niños,
los ciento cincuenta millones con sus cabelleras de risa, su pánico de luces.
Ciento cincuenta millones de hombres muertos en las salas de la piedra,
ciento cincuenta millones de hombres en el canto de mi boca.
He comido por cien tierras.
Ya es el tiempo, ya no hay miedo.
Que la marcha arranque, que el llanto acabe,
que se moje la madera con la cruz de mis hermanos.
Los caídos se levantan, los que antes murieron.
Ignoro, por lo tanto, la réplica que habrá de traer
nuestro inservible conformismo.
(Gracias a David por esta letra)