Vengo de un país devastado
y en las ruinas quiero comenzar
un país de pueblos hermanados
donde falte el odio y sobre el pan.
Donde rían los sobrevivientes,
donde canten los ex-combatientes,
donde el que tiró el pibe al Riachuelo,
volviendo el tiempo atrás, muera primero.
Y nadie se acobardó, y nadie se traicionó.
Lucero que estás brillando y nada más,
Lucero que estás brillando,
haz que mi país arranque el color gris
y brille como vos, Lucero.
Y no me hables de sufrir,
que de morirme vengo.
Hablo de la inmensidad de poder pelear
con nuestra voz.
Con nuestra voz.
Con nuestra voz.
Y el gobernador y el presidente ...
ningún goberladrón ni presidiario,
ni agentes del desorden, nunca más.
Que nadie mande a nadie y en el barrio
se construya un popular.
Y el Congreso un buen circo pa’ los chicos, con payasos que rían de verdad.
No queden ni camisas ni corbatas
de esos bufones que te hacen llorar.
Y nadie se acobardó,
y nadie se traicionó.
Lucero que estás brillando y nada más,
Lucero que estás brillando,
haz que mi país arranque el color gris
y brille como vos, Lucero.
Y no me hables de morir,
que de morirme vengo.
Hablo de la inmensidad de poder pelear
con nuestra voz.
Con nuestra voz.
Con nuestra voz.
Y al Colón por fin llegaron los murgueros,
comparsas y cantores callejeros.
Canillitas vivaban con esmero
la voz mezzosoprana de un diariero.
Y esa estatua de mierda en Bariloche
y cuadros de genocidas en las aulas,
sean alimento de una gran fogata
que purifique el suelo de la patria.
Que en los libros de historia esté presente
la batalla del 20 de diciembre.
Y que en Avellaneda han resistido
con las alas de Maxi y de Darío.
Y nadie los traicionó y nadie los olvidó.
Lucero que estás brillando y nada más,
Lucero que estás brillando,
haz que mi país arranque el color gris
y brille como vos, Lucero
Y no me hables de morir,
que de morirme vengo.
Hablo de la inmensidad de poder pelear
con nuestra voz.
Con nuestra voz.
Con nuestra voz.
Con nuestra voz.
Con nuestra voz.