Era una chica que gustaba de los hombres
Que no ocultaba sus sexuales intensiones
Por tal motivo era odiada, por todas las demás
Que preferían ocultar sus inquietudes
Y hablar de amor desde sencillos ataúdes
Las emociones apartadas de la curiosidad
Yo había dispuesto del mejor de mis atuendos
Y fui a buscarla, pese que me daba miedo
Seguí mis pasos hacia una vecindad
Para decirle que era yo su equivalente
Que el matrimonio me intentó volver decente
Y que la sed se me agolpaba si la veía caminar
Transparente como el hielo toqué en su habitación
La sorpresa en su mirada se desprendió
Y como un desahuciado pregunté por su corazón
Pecando como un sacerdote enamorado
Saqué un poquito de tequila reposado
Y con la paz que tiene un cerro, me escuchó
Que trabajaba de cantante en un lugar
Donde la gente se juntaba a platicar
Mientras las lágrimas del piano no dejaban de brillar
Que en el invierno del deber había una puerta
Que solo se abre cuando el alma esta dispuesta
Donde los límites del cielo, no podrían respirar
Los dos borrachos y desnudos nos dormimos
Y en ese sueño amor sin miedo nos volvimos
Al otro lado del espejo nací de su corazón
Al despertar flotaba solo en esa cama
Deje una nota sin medida y bien rimada
Salí a la calle y me dispuse a caminar