Una carta
Querida mía perdona,
si te ofendo al escribirte,
pero me siento muy triste
por lo que no te paso,
es que estoy arrepentido
y si acaso tu lo estás,
ya no debes llorar más,
tienes que tener valor,
pues si Dios te manda un hijo,
por lo más grande te exijo,
que no le pongas mi nombre
para que no sea como yo.
Que nunca pruebe el licor,
que nunca sufra una pena,
y que nunca se enamore
de las mujeres ajenas.
Que nunca sienta el rencor
que a mi me corre en las venas,
porque es triste soportar esta terrible condena.