Desde la ventana de una casa vieja
Siempre sola y triste, rezando y cociendo
Una muchachita de rubios cabellos
Ve todas las tardes pasar en silencio
A los seminaristas que van de paseo
Pero no ve a todos, no, ve solo a uno de ellos
Su seminarista de los ojos negros
Cada vez que pasa gallardo y esbelto, observa
La niña que pide aquel cuerpo marciales arreos
Y cuando en ella fija sus ojos abiertos
Con vivas y audaces miradas de fuego parece decirle: Te quiero, te quiero
Yo no he de ser cura, no, yo no puedo, serlo, si yo no soy tuyo, no
Me muero, me muero
Ay, quiero aprender de memoria
Con mi boca, tu cuerpo muchacha de abril
Y recorrer tus entrañas
En busca del hijo que no ha de venir
Quiero partir con mi canto
Tu cuerpo de niña y hundirme a vivir
Nada me importa la gente
Que opina y se mete no, lo me han de entender
Como explicar que te quiero
Que sonrío y muero al verte pasar
Como explicar que te amo
Si no fuiste mía, jamás lo serás
Como explicar que me duele
Hasta el aire que juega en tu pelo y tu andar
Niña, si escuchas mi canto
Sabrás que es el canto que lloro por ti
Poco me importa la gente
Que opina y se mete no, no lo entenderán
Ay, si pudiera en tu pecho
Tener el sosiego y encontrar la paz
Y acariciando tu pelo
Encontrar el sueño que no puedo hallar
Ay si tu boca me diera
Callada la forma del amor de amar
Encontraría el motivo
De seguir viviendo, de poder luchar
Ay, quiero aprender de memoria
Con mi boca, tu cuerpo muchacha de abril
Y recorrer tus entrañas
En busca del hijo que no ha de venir
A la niña entonces se le oprime el pecho, la labor suspende
Y olvida los rezos y, ya vive sola en sus pensamientos
El seminarista de los ojos negros