Mundo interior
(Hola, soy la tortuga. Y estaba viéndolos cómo saltaban desde la esquina y me dije “tengo que pertenecer a esta pandilla de conejos”. ¿Qué dicen, eh, qué dicen?)
Mira, ya acabamos de votar
y tu amistad no nos interesó.
Eres lento, torpe y no puedes saltar;
te pesa mucho el caparazón.
Oiganme, por favor,
esto requiere una explicación,
porque la gente que está en mi condición
cuenta con un gran mundo interior.
¿Y de qué nos sirve?
Sólo está en tu imaginación.
¿”Mundo interior”? ¡Bah!
Mejor mete un gol.
En las pruebas te asusta soplar
y llegas último al competir;
para las fiestas nunca quieres bailar
y tu abuelita viene por ti.
Oiganme, por favor,
eviten ese tono burlón,
porque seguro cambiarán de opinión
cuando conozcan mi mundo interior.
¿Y de qué nos sirve?
Sólo está en tu imaginación.
¿”Mundo interior”?
Buscate amigos
tristes, aburridos o peor,
como el caracol.
Mi poder de convicción
resultó ser un fraca-aso.
Me voy al mundo interior
dentro de mi caparazón,
caparazón,
caparazón.
(Señorito, ya las piscinas están llenas, las multicanchas preparadas y lista la decoración del salón de baile. Sólo falta definir el menú del appetizer que encargó. ¿A qué hora llegan sus amigos?)
Qué pena, ¡qué dolor!,
qué tremenda desilusión,
abandonado en mi mundo interior
sin más amigos que un caracol.
—¿Y de qué te sirve
tan sofisticada producción?
—Dijo el caracol.
—¿Y de qué te sirve?
¿Crees que tu mundo es el mejor?
—¿Y eso es un error?
—Ven conoce el mío,
este de verdad es mundo interior.
—Y me convenció
Qué gran sensación,
alucinación,
del buen caracol.
Este sí que es mundo interior.