Adiós mi linda Tacuba,
bella tierra tan risueña,
ya me voy de tu Legaria,
tu Marina y tu Pensil.
Ya me voy, me lleva el metro por un peso hasta Tasqueña;
si en dos horas no regreso
guárdame una tumba aquí.
Al bajar a los andenes
escuché esta cantaleta:
-al mirar llegar los trenes
no se aviente para entrar,
si en diecisiete segundos
no ha podido ni se meta,
ni se baje la banqueta
que se puede rostizar.
Voy en el metro, ¡qué grandote,
rapidote, qué limpiote!
¡Qué deferencia del camión
de mi compadre Jilemón
que va al panteón!
Aquí no admiten guajolotes,
ni tamarindos, zopilotes,
ni huacales con elotes,
ni costales con carbón.
-¡Que se quite de la puerta!-,
y luego luego que me quito.
Y siguió la señorita:
-¡Que se arrime más pa´ allá!,
¡qué no fume!-, si ni fumo,
ya me trae de su puerquito;
yo por más que me la busco
no la jallo donde está.
Adiós mi linda Tacuba,
ya pasamos por Cuitláhuac,
ya pasamos por Popotla
y el colegio melitar;
ya me estoy arrepintiendo
no haber hecho de las aguas;
si me sigue esta nostalgia
yo me bajo en la Normal.
Voy en el metro…